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El Pelafustán

14.11.14

Las estafas que alimentan la inflación



Las maniobras de las empresas para subir los precios están a la orden del día. La clave está en la alta concentración: solamente 28 empresas producen el 78% de los 40 000 productos que los argentinos compran en los supermercados. Las trampas en las góndolas.  

Javier Álvarez
Periodista

Las empresas generan inflación. La lógica capitalista es así, no se siente mal por hacerlo. El abuso de posición dominante es un condimento determinante. Y más en momentos en que las grandes empresas ven amenazada su rentabilidad por un fuerte aumento de costos de producción y distribución.
Los desequilibrios económicos del país son un combustible para la suba de precios, pero la avivada criolla lleva también a maniobras engañosas contra los consumidores. Por ello, entender a la inflación sólo como la mera alza del precio de un producto o servicio es un error. El aumento del costo de vida cambia sus formas para avanzar.
Una fuerte polémica se desató en las redes sociales: muchos precios del Cyber Monday eran una estafa. ¡Y si! En algunos casos, el descuento no existía. Un teléfono que hace un mes costaba 3.000 pesos, en el revoleo de ofertas de lunes y martes valía 3.500. Engaños y suba de precios: un cóctel explosivo para el bolsillo.
El debate sobre quién es el culpable de la inflación no acabará jamás. El Gobierno y los empresarios se culpan entre sí, pero que cada uno tiene su cuota de responsabilidad. El primero la legitima con la maquinita de la Casa de la Moneda y el fuerte déficit fiscal; también falla en los controles. Los otros se aprovechan.
Existe un dato escalofriante: solo 28 empresas producen el 75 por ciento de los más de 40.000 productos que los argentinos encuentran en las góndolas de los almacenes, supermercados y grandes hipermercados. Si no los producen, participan en su importación.
Unos ejemplos de la brutal concentración: el 75% del azúcar blanco es de Ledesma; el 78% de las galletitas es producido por Danone, Kraft Foods y Arcor; el 90% del pan lactal pertenece a Fargo y Bimbo; y el 66% de la leche es controlada por La Serenísima y Sancor.
La mayoría de los bienes y servicios que consumimos y usamos todos los días están regulados. Entonces, quienes los fabrican le buscan la vuelta al asunto para no perder rentabilidad mientras sus costos de producción también aumentan.

Tips para detectar a la inflación más allá del precio:

–Suba de precio. Las empresas presionan al Gobierno para que las dejen aumentar el valor de sus productos. Si no, aumentan igual. Después, discuten con las autoridades, amenazan con desabastecer el mercado, negocian una suba y ganan.

–Estafa directa. Una persona toma un producto de la góndola cuyo rótulo dice “200 gramos”, lo pesa y descubre que sólo tiene 180 gramos. Pasa mucho en los fideos, el arroz, el azúcar y las galletitas. Casos de estos fueron denunciados por la Unión de Consumidores de la Argentina (UCA). El personaje de Ricardo Darín en Un cuento chino, lo muestra muy bien.

–La letra chica. En la cara principal del empaque del producto se menciona que contiene 100 gramos, por ejemplo, de papas fritas. En el anverso y en letra chica, ilegible y –si es posible– con tinta corrida se informa que el peso es de 92 gramos más una bolsa de 8 gramos.

–El paquete más chico. Si no pueden subir los precios, reducen el paquete. El caso de las galletitas es clásico. El surtido que antes era de medio kilo, ahora trae 350 gramos, o 400 en el mejor de los casos. Pero el precio no bajó sino que se mantuvo o creció. Hay que prestarle atención a Bagley, Terrabussi y Arcor.

–El paquete más grande. “Ahora, un 10 por ciento más”, dice la botella o el envoltorio del producto que en los últimos 12 meses aumentó su precio en un 40 por ciento. Ya le cobraron al consumidor por anticipado. A las marcas de gaseosas y aguas saborizadas les encanta esta estrategia.

–La mentira del producto nuevo. Los que compran pañales lo entienden con claridad. Algunas de las empresas que se vieron obligadas a ingresar al plan oficial Precios Cuidados se subieron a esta estrategia. ¿Cómo? Al paquete que ingresó al plan le agregaron un dibujito y al pañal, otro. Tienen dos productos “diferentes” con precios distintos. ¡Pero es el mismo contenido!

–La farsa de la flamante y mejor versión. Las automotrices la eligen. Lanzan un coche nuevo al mercado con excelente calidad en los componentes. Lo instalan, bombardean con publicidad y dejan correr la voz sobre la elevada calidad. Al año lo reversionan y abaratan los insumos. Los coches se rompen más rápido y no prestan el mismo confort que antes. Pero los precios, aumentaron.

–Ya no es lo que era. El relleno de las galletitas no es el mismo que aquel que supimos saborear. Esas que “sonríen” dan ganas de llorar. Supieron ser de las más sabrosas, hasta que empezaron a recortarle el dulce de frambuesa. Le sacan lo que el consumidor no ve a simple vista.

–¡Ahora, la versión personalizada! Además de estafar al consumidor, las empresas lo subestiman. Le ofrecen un paquete de cuatro unidades ‘bien personalizado’ a 4 pesos. El original, de doce, sigue costando 8 pesos. La cuenta no da por ningún lado. Inundan el mercado con la flamante versión. Pierde el consumidor.

–No nos quedó, capaz la semana que viene nos traen más. Los grandes supermercados suelen guardar productos que ya estaban en góndola a la espera de un aumento de precio. Ocurre cada dos meses con las leches para bebés y niños pequeños. Son productos caros: el litro cuesta 54 pesos.

–Sobrefacturación. Las telefónicas son de terror: se llevan el primer lugar entre las más denunciadas ante las asociaciones de defensa del consumidor. Es simple: le cobran al usuario más mensajes de los que mandó y más minutos de los que habló. También le cobran por roaming internacional a quienes viven en zona de frontera.

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