SOS
Cristina, con medios de prensa extranjeros. | FACEBOOK.
El asma volvió a mi
vida. Sólo aquellos que lo padecen saben a ciencia cierta el esfuerzo que
cuesta cada inspiración. Es como que a cada intento de capturar oxígeno no te
alcanzara el denuedo para tomar al aire necesario. Respirar se vuelve en esos
momentos un esfuerzo casi sobrehumano por capturar la vida misma que queda
siempre fuera de nuestro cuerpo en la compulsa respiratoria.
Cuando el ataque
sobreviene, tu mayor miedo es que tu cuerpo deje de ocuparse del trabajo de
respirar. Sí, la desocupación es también una condición de la salud del cuerpo.
En esos momentos, te sentís vulnerable y, básicamente, inseguro. A todo esto se
suma el hecho que la dificultad por respirar se vuelve a cada momento más
intensa. Es como una inflación constante de la imposibilidad de respirar que,
si te gana, te saca de carrera.
En algún momento de
estos días, me puse a hacer ejercicios de analogía entre lo que le está
sucediendo a mi cuerpo y lo que le viene pasando al pueblo argentino desde el
10 de diciembre. Siempre abominé del maridaje entre interpretaciones
sociológicas y las teorías biologicistas de fenómenos sociales. Pero, en
tiempos de asma, cuando no te llega tanto oxígeno al cerebro, te permitís la
comparación y la analogía. Aunque luego te vuelvan a parecer inadecuadas.
Desde el 10 de diciembre
de 2015, la desocupación dejó de ser para los argentinos un fantasma del pasado
para transformarse en una amenaza del presente. Pagar las cuentas representa
ahora un esfuerzo descomunal. Todo sube por el ascensor a medida que nuestro
poder adquisitivo se desploma en el abismo. En este contexto, están
transformando a nuestra Argentina en un lugar inseguro. Inseguro hasta para
respirar.
A los males de mi
cuerpo, una dosis inusitada de corticoides le está sirviendo de alivio. A los
del argentino, parece no haber remedios aunque sean placebos. Nuestra
conciencia nacional comienza a emitir claros mensajes de SOS.
En este estado,
abro la computadora y encuentro la entrevista con periodistas internacionales
de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en Calafate. La escucho con
suma atención como si en ella (la entrevista) mi alma intuyera que existen
dosis suficientes de “corticoides”. Esa sola sensación alivia. No porque la
cura llegue milagrosamente. No. Sino porque sabemos que, frente a un presente insano,
tenemos al menos la certeza que los remedios existen. Están en algún lugar.
Habrá que buscarlos.
Los espasmos del
asma se van alejando de mi cuerpo. La sensación de que todo irá peor emprende
su retirada de mi cabeza, alimentada por dos certezas. Cristina, SOS el oxígeno. Macri, SOS el
asma.
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